En la cima de la sierra de Aralar, Navarra, se encuentra la ermita de San Miguel in Excelsis. Así llamada por estar dedicada al arcángel Miguel, e in excelsis, que significa “en lo más alto” o “en las alturas”, en latín. Porque de allí vino el santo para matar a un dragón.


Esta ermita del siglo XII, románica, se levanta sobre otra más antigua, del siglo VIII, en una región plagada de dólmenes neolíticos, por lo que se supone que desde tiempos muy remotos toda la región se consideraba un enclave sagrado. Los romanos levantaron aquí su altar del cielo, Ara Coelis, y en tiempos visigodos comenzó el culto al Arcangel San Miguel como artífice de un milagro, matando al dragón – serpiente que habitaba la cima del monte.

En la iconografía clásica, se representa al San Miguel vestido con armadura y con un yelmo en la cabeza, aunque no siempre. El yelmo del santo en esta ermita es un poco más peculiar, aquí la sorpresa nos la llevamos al ver la imagen de San Miguel. Hay quien ve en lugar de un ángel un astronauta con escafandra, aunque a mí siempre me ha parecido más un buzo.

La explicación es sencilla. La imagen original, del siglo X, muy venerada, fue robada y solo se recuperaron unos fragmentos muy deteriorados, por eso construyeron un relicario, pero no un relicario cualquiera, sino uno en forma de ángel o de figura humanoide con alas con una especie de escafandra por cabeza, con una puertecita en la cara, que sería el relicario, y donde se depositaron los trozos de la primera imagen, y otra en el pecho con pedazos de la cruz que bajó del cielo San Miguel cuando mató al dragón.

No se sabe cómo era la figura original, que su cabeza era peculiar sí podemos sospecharlo, porque fue lo primero que robaron, dejando al santo decapitado.  Existen dos versiones sobre la reconstrucción actual, o la figura actual tendría el cuerpo original tallado en madera, más la cabeza redonda relicario y la cruz que soporta que fueron añadidas después del robo, en el siglo XVIII, o bien toda la figura original desapareció y la nueva fue tallada en madera en 1756 y cubierta de plata dorada. La segunda es la más probable, a no ser que durante los años la peculiar imagen haya sufrido más robos y transformaciones.

La figura es muy peculiar para su época. Su cabeza podría ser un yelmo o un apaño de un artista muy original. No tuvo como modelos al traje de buzo o de astronauta, el traje de buzo fue inventado en 1837  y los primeros trajes de astronautas en 1914. Aquí el artista dio rienda suelta a su imaginación, o, este San Miguel que vino de las alturas… ¿ya llevaba ese traje?.

En esta foto podemos ver el primer traje de astronauta, usado en aviación, inventado por Emilio Herrera Linares en 1914.

La leyenda del santuario no tiene desperdicio y es de esas historias entrañables para contar al abrigo del fuego. El primer santuario fue destruido durante la invasión musulmana de la península, y cuentan, que lo reconstruyó una sola mujer, una anciana, que fue subiendo y cargando monte arriba piedras y vigas de madera. No se sabe su nombre, algunos la llaman “la Maru”, pero no trabajó sola, sino que contó con la ayuda de los ángeles que bajaron del cielo para construir con ella la nueva ermita.

La historia de cómo se construyó el primer santuario en el siglo VIII también tiene su gracia. Un caballero de la zona, Teodosio de Goñi, al regresar a su casa y descubrir a dos personas durmiendo en la cama matrimonial, pensó que se trataba de su mujer, doña Constanza, y un amante, y los mató. 

Cuando vio salir a su esposa de la iglesia viva, descubrió que a quién había matado era a sus propios padres, ya que en su ausencia, su esposa había cambiado de cama, durmiendo sola. Como penitencia tuvo que llevar unas enormes y pesadas cadenas que sólo se desprenderían por obra de un milagro. El milagro ocurrió cuando el Arcángel Miguel mató al dragón del monte Aralar que iba a comerse al caballero. Por ese motivo, el matrimonio mandó construir el santuario.

Igual que robaron la imagen primitiva, también robaron el retablo bizantino de esmaltes que se encontraba detrás de ella. El retablo ha sido recuperado intacto, por suerte, hace relativamente pocos años.

Para los fanáticos de los objetos o luces volantes no identificados, este es un buen lugar de avistamiento, o al menos eso dicen.

 
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