Hay pocos actores que con tan solo tres películas, llegaran a ser una leyenda, ese es James Dean, y quizás parte de esa leyenda la tuvo su muerte a la temprana edad de 24 años. ¿La culpa?, su Porsche  550 Spyder, un coche que para muchos está maldito. Quizás no falten motivos para creerlo.


James Byron Dean nació en Indiana , Estados Unidos, el 8 de febrero de 1931, y a pesar de una infancia atormentada, todos le conocemos por su presencia en la gran pantalla, donde saltó a la fama en 1954 con “Al este del Eden”.

En lo más alto del “Star System”de Hollywood y conociendo una inusitada fama, comenzó a rodar su segunda película, “Rebelde sin causa” , cuyo éxito alimentaría su estrella. Gracias a su posición económica se compró su primer Porsche, un Spedster 356 y comenzaría  a competir en carreras atraído por el mundo del motor, pero cuando comenzó a filmar su última película, “Gigante”, adquirió su posesión más preciada y la que acabaría con su vida.


El 21 de septiembre de 1955 compró el exclusivo y limitado Porsche 550 Spyder, de 110 caballos, con motor de doble carburación, propulsión trasera y capaz de alcanzar 225 km/h, algo extraordinario en la época,  con carrocería de aluminio de solo 550 kg que le hacían extremadamente ligero y endiabladamente complicado de conducir. Tal vez por ello, Dean lo bautizó como “Little Bastard” (Pequeño bastardo). El número de bastidor del coche era 2Z77767, un número que según algunos expertos en numerología, traería mala suerte.


Curiosamente, una semana antes Dean, al que le encantaba pisar el acelerador,  grabó un anuncio para televisión en el que advertía a los jóvenes sobre los peligros de la velocidad.

El 30 de septiembre, nada más finalizar el rodaje de “Gigante”, se encaminó con su nuevo coche  enganchado en su ranchera, a una competición en Paso de Robles (California). Su amigo Bill Hickman iba con él, su mecánico Rolf Weutherich y el fotógrafo Sandford Roth les seguían en otro coche.

Casualidad o no, antes de llegar, Dean quiso rodar el coche ya que había pasado horas poniéndole a punto e instalando un cinturón de seguridad. Lo desenganchó de su ranchera y se puso al volante para rodarlo tranquilamente, mientras Rolf , su mecánico, hacía de copiloto.

La noche anterior dejó su gato a su amiga, la recientemente fallecida Elizabeth Taylor, pues tenía el extraño presentimiento de que algo malo iba a pasarle. Y así fue. De hecho una de las frases más famosas del actor: “Vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito”, se haría tristemente real en su caso.

Al  llegar al un cruce entre las rutas 41 y 46 en la localidad de Cholame, California, sobre las 6 de al tarde,  un Ford Custom Tudor Coupé conducido por Donald Turnupseed, un joven estudiante de 23 años, uno menos que Dean, se dirigió hacia el coche del actor a gran velocidad. Dean trató de esquivarlo, pero no pudo.  El golpe fue brutal, el Porsche salió despedido y lanzado contra un poste. Dean iba a 89 km/h, una velocidad legal en la zona.

James Dean murió por rotura de cuello y otras lesiones internas, su mecánico, Rolf, salió despedido se rompió la mandíbula, la clavícula y una pierna y Donald, el conductor del Ford solo se había roto la nariz y dislocado un hombro.

Un terrible accidente que acabó con la vida de Dean, pero que supuestamente fue el origen de una serie de extraños acontecimientos más, que hacen creer que ese coche esta maldito. Comienza a circular un extraño rumor que culpa a la ex novia de Dean, Maila Nurmi, conocida como “Vampira”, y que fue abandonada por el actor cuando este alcanzó la fama, de ser la causante del accidente a través de ritos de magia negra. El propio Dean años atrás reconocía en una entrevista la atracción que esa chica tenía por las fuerzas de la oscuridad, y el dinero con el que se compró “Little Bastard”, iba a ser para comprar la casa de ambos.


Un famoso restaurador y diseñador  de coches llamado George Barris, compró los restos del Porsche por 2.500 dólares, y nada más llegar a su taller, las cuerdas que lo sujetaban cedieron y el coche aplastó las piernas al operario de la grúa. Barris vendió los restos del coche por partes.


Dos de las ruedas fueron a parar a un coche de competición, y el día de la carrera, los dos neumáticos reventaron y el coche se estrelló dejando al piloto en coma.


El motor se vendió a Troy McHenry y la caja de cambios a William Eschrid, dos aficionados a las carreras. Poco después, cuando uno competía contra el otro, McHenry perdió el control y se golpeó contra un árbol, muriendo en el acto. Eschrid quedó gravemente herido en la misma carrera al perder el control en una curva por fallo mecánico.


Una tarde, un joven que pretendía robar una parte del coche para tener un objeto de la estrella, perdió el brazo en el intento de robar el volante, y el resto de la carrocería fue usada por la policía como ejemplo de los peligros de la carretera. El Porsche se guardaba en un garaje privado, que una noche ardió, y todos coches quedaros carbonizados, todos excepto extrañamente uno,  adivinad cual.

Luego en otra exposición, el coche se cayó sin motivo aparente del expositor y rompió la cadera a un visitante del museo. Su todavía dueño, Barris, cansado de poseer esa fuente de extraña mala suerte, decidió llevarlo al desguace. En el camino, un coche chocó contra el camión que lo transportaba y el conductor murió. El coche intentó ser trasladado otras dos veces, pero volvió a caerse sin causar heridos. Es en este punto cuando se pierde la pista y se crea confusión, varias teorías dicen que el coche se perdió, otras que fue reconstruido para un museo en 1960, y la mayoría cree que los restos están en una caja en un sótano del Historic Auto Attraction Museum (Illinois, EEUU), donde nadie se atreve a tocarlo.


Por cierto, dos que no habían muerto al instante,  Donald, el chico que conducía el otro coche que chocó con Dean, murió de cáncer en 1995, y el copiloto del actor, Rolf, murió en accidente de coche en Alemania en 1981 tras varios intentos de suicidio.

Así que, coincidencia o maldición, hay coches a los que es mejor no acercarse.
 
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