LA ESFINGE DE GIZEH
Hay pocos monumentos del mundo antiguo que hayan despertado tanta fascinación y provocado tantas controversias como la famosa Esfinge de la meseta de Gizeh, en el Cairo. A pesar de que todos la tenemos asociada al mismo periodo en que se construyeron las pirámides, lo cierto es que hay algunos indicios que apuntan a que, en lugar de los 4.700 años que se le atribuyen, podría llegar a superar los 8.000.
Esta enorme representación de un león, de 73 metros de largo y casi 20 de alto está hecha de bloques que llegan a pesar hasta 80 toneladas, mayores que los empleados en las pirámides, aunque labradas y trabajadas de un modo exquisito teniendo en cuenta las herramientas y la tecnología de la época.
Se atribuye su construcción (así como la de la segunda pirámide de Gizeh) al faraón Kefren (Jafra) perteneciente a la IV dinastía, y hay quien alega un cierto parecido de ésta con el faraón (aunque posteriores estudios han desmontado este mito), pero no debemos olvidar que la historia de Egipto nos cuenta que Kefrén encontró la esfinge enterrada en las arenas del desierto tras un sueño premonitorio.
Por otra parte, los estudios del geólogo Robert Schoch mostraron evidencias de erosión por agua en las piedras exteriores de la esfinge, lo cual parecía indicar que ésta estuvo alguna vez cubierta por el agua, rasgo que no se ha encontrado en el resto del conjunto monumental de Gizeh. Esto nos lleva a pensar que en algún momento del pasado, la llanura debió de estar inundada, hecho que sucedió por última vez hace aproximadamente 8.000 años, lo cual refuerza la teoría de que los egipcios debieron encontrarse con las ruinas de una civilización anterior.
Existe una rama de la arqueología llamada arqueoastronomía, y estudia los monumentos de las civilizaciones antiguas en relación a la astronomía. Dentro de este campo han surgido en los últimos años algunas teorías interesantes.
Las estrellas del Cinturón de Orión fueron un referente cósmico para los antiguos egipcios y la teoría de que las tres pirámides son su representación en la tierra cada vez parece más aceptada. Como explican Robert Bauval y Graham Hancock en su libro “Las huellas de los dioses“, la posición de los monumentos de la meseta nos presenta a Orión tal y como estaba orientada en los cielos hace unos 12.500 años, al oeste de la vía láctea (representada en la tierra por el Nilo).
También se sabe que, durante el equinoccio de primavera la esfinge parece mirar (o más bien apunta) hacia determinadas estrellas. Si las teorías que afirman que los egipcios ya conocían el fenómeno de la precesión de los equinoccios (la rotación de las constelaciones producida por el movimiento de la tierra respecto a su eje cada 21.600 años) son correctas, ésto daría significado al hecho de que hace también 12.500 años la Esfinge miró durante el equinoccio de primavera a Sirio, representación de la divinidad Isis en los cielos.
Esta enorme representación de un león, de 73 metros de largo y casi 20 de alto está hecha de bloques que llegan a pesar hasta 80 toneladas, mayores que los empleados en las pirámides, aunque labradas y trabajadas de un modo exquisito teniendo en cuenta las herramientas y la tecnología de la época.
Se atribuye su construcción (así como la de la segunda pirámide de Gizeh) al faraón Kefren (Jafra) perteneciente a la IV dinastía, y hay quien alega un cierto parecido de ésta con el faraón (aunque posteriores estudios han desmontado este mito), pero no debemos olvidar que la historia de Egipto nos cuenta que Kefrén encontró la esfinge enterrada en las arenas del desierto tras un sueño premonitorio.
Por otra parte, los estudios del geólogo Robert Schoch mostraron evidencias de erosión por agua en las piedras exteriores de la esfinge, lo cual parecía indicar que ésta estuvo alguna vez cubierta por el agua, rasgo que no se ha encontrado en el resto del conjunto monumental de Gizeh. Esto nos lleva a pensar que en algún momento del pasado, la llanura debió de estar inundada, hecho que sucedió por última vez hace aproximadamente 8.000 años, lo cual refuerza la teoría de que los egipcios debieron encontrarse con las ruinas de una civilización anterior.
Existe una rama de la arqueología llamada arqueoastronomía, y estudia los monumentos de las civilizaciones antiguas en relación a la astronomía. Dentro de este campo han surgido en los últimos años algunas teorías interesantes.
Las estrellas del Cinturón de Orión fueron un referente cósmico para los antiguos egipcios y la teoría de que las tres pirámides son su representación en la tierra cada vez parece más aceptada. Como explican Robert Bauval y Graham Hancock en su libro “Las huellas de los dioses“, la posición de los monumentos de la meseta nos presenta a Orión tal y como estaba orientada en los cielos hace unos 12.500 años, al oeste de la vía láctea (representada en la tierra por el Nilo).
También se sabe que, durante el equinoccio de primavera la esfinge parece mirar (o más bien apunta) hacia determinadas estrellas. Si las teorías que afirman que los egipcios ya conocían el fenómeno de la precesión de los equinoccios (la rotación de las constelaciones producida por el movimiento de la tierra respecto a su eje cada 21.600 años) son correctas, ésto daría significado al hecho de que hace también 12.500 años la Esfinge miró durante el equinoccio de primavera a Sirio, representación de la divinidad Isis en los cielos.