En cualquier parte del mundo es posible encontrar restos de pueblos malditos, lugares encantados que arrastran numerosas historias llenas de escalofriantes misterios. España cuenta en su geografía con un gran número de aldeas, villas y pueblos que han pasado los últimos siglos descomponiéndose alejadas de los núcleos urbanos, encerrando entre sus muros cientos de recuerdos espeluznantes de los que poco o nada se sabe. 


Historias que no pueden contarse, generaciones enteras aterradas por los episodios vividos que intentan de alguna forma olvidar lo ocurrido utilizando una gran losa de silencio. La Cornudilla pertenece al término municipal de Requena, Valencia. Está emplazada entre dos pequeñas aldeas, Marcos y Ruices. 

El visitante que llega a esta villa encuentra edificios derruidos por el inevitable paso del tiempo. Ruinas
que apenas dejan ver una o dos construcciones enteras, del resto sólo quedan las tambaleantes estructuras.
En las afueras del lugar nuestros ojos se cruzan con una casa deteriorada pero presente, la cual se sustenta por dos muros entre los que se puede apreciar el interior de una antigua vivienda. 

Los lugareños de las inmediaciones la conocen como “la casa de los ruidos” y se antoja como un guardián de piedra que vigila atentamente los movimientos de todo visitante. 

Los protagonistas directos de los episodios acontecidos en la villa incluso a día de hoy sienten miedo al recordar lo ocurrido. El miedo es infranqueable, pero el legado de estas historias contadas en íntimas reuniones surge de vez en cuando a la luz, dejando testimonios cuanto menos escalofriantes que coinciden en un hilo argumental claro.

Nos situamos a mediados de los años 50. En Cornudilla durante esa época comenzaron las apariciones de lo que los lugareños llaman “duendes”, esta denominación era una forma de poner cara a los episodios extraños que tuvieron que vivir por esos años. 

Sucesos paranormales en todas las casas de la villa tales como murmullos en la noche, fantasmagóricas sombras errantes y ruidos de gran magnitud sin procedencia aparente. En resumen, una serie de señales
que indicaban claramente que algo raro estaba sucediendo. El pueblo entero comenzó a hablar por lo bajo en las calle que indicaban claramente que algo raro estaba sucediendo. 

El pueblo entero comenzó a hablar por lo bajo en las calles, vecinos y amigos cotejaron sus vivencias dándose cuenta de que no eran los únicos que estaban experimentando las perturbadoras visitas nocturnas.
Tras un tiempo de insomnio por culpa de tales episodios los ruidos desaparecieron misteriosamente en todas las casas de la villa, en todas a excepción de una, “la casa de los ruidos”. 

Al parecer, los habitantes de este lugar contaban como por la noche se seguían escuchando ruidos que procedían del pozo interior de la casa, lamentos, lloros y desgarradores chillidos que atormentaban la vida de los que allí residían. Además eran bastante frecuentes los poltergeist en los que diferentes objetos eran lanzados por fuerzas ocultas en el interior del domicilio.

Con el paso del tiempo la vida en esa casa se hizo totalmente inviable. Por tanto la familia que allí residía decidió marcharse a otro pueblo cercano. Muchos de los vecinos siguieron los pasos de esta familia. Finalmente, los habitantes que quedaban fueron abandonando la villa poco a poco por motivos económicos (para buscar una mayor proyección económica) dejando el lugar totalmente desierto a merced del tiempo y del olvido.

 
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