Hasta ahora, las historias sobre el misterioso “chupacabras” circulaban alrededor del mundo, dando lugar a gran cantidad de especulaciones, pero los científicos han resuelto el misterio que rodea a este animal legendario.
Lejos de la figura de monstruos malignos que hincan sus colmillos en el ganado para beber su sangre, los chupacabras no serían sino perros salvajes afectados por una forma mortal de la sarna.
La leyenda del chupacabras comenzó después de numerosos informes de ataques a animales en Puerto Rico y México, donde se descubrieron cuerpos de ovejas muertas con heridas punzantes, con su sangre completamente drenada. A estos informes siguieron una ola de casos similares en otros lugares de América Latina y Estados Unidos.
A continuación, llegaron los avistamientos de animales de aspecto maligno, descritos como perros, o bien como roedores y hasta reptiles, con hocicos largos, colmillos grandes, gruesas pieles cubiertas de escamas color gris verdoso y un olor desagradable. Inmediatamente se vincularon las apariciones de estos seres con los cuerpos de animales sin sangre, señalándolos como los responsables de las muertes.
Sin embargo, los científicos piensan que un ácaro de 8 patas que se desarrolla bajo la piel de los coyotes puede dar a estos animales el aspecto del famoso “chupacabras.”
El ácaro responsable de la extrema pérdida de cabello vista en “el síndrome del chupacabras” es el Sarcoptes scabiei, que también ocasiona la erupción cutánea con comezón conocida como sarna en las personas. La sarna humana, si bien molesta, no suele ser un problema grave de salud o estético, en parte porque nuestros cuerpos ya han perdido prácticamente todo el cabello, y porque la población de ácaros en una determinada persona, por lo general, es relativamente pequeña, sólo 20 ó 30 ácaros.
Los seres humanos han desarrollado defensas naturales ante este ácaro en los últimos años. Cuando empezamos a domesticar perros, es probable que hayamos contagiado el ácaro a estos. Cuando los ácaros luego se transfieren a los perros salvajes, como zorros, lobos y coyotes, las víctimas parecen ser menos capaces de luchar contra ellos.
En una nueva asociación huésped-parásito, los efectos son terribles. La mortalidad puede ser relativamente alta debido a que las especies de acogida no han tenido ninguna historia evolutiva con el parásito, por lo que no han sido capaces de desarrollar alguna defensa.
En estos animales, lamentablemente, un gran número de ácaros cavan túneles bajo la piel, causando la inflamación, que da lugar a un engrosamiento de la piel. El suministro de sangre a los folículos del cabello se corta, por lo que el cabellose cae.
En casos particularmente graves, la débil condición del animal abre la puerta a bacterias que causan infecciones secundarias de la piel, a veces produciendo un olor fétido.
Uniendo todo esto, el producto es una criatura fea y desnuda, con una especie de cuero, maloliente: la que se ha denominado “chupacabras”.
Debido a que estos animales se encuentran muy debilitados, no pueden cazar, por lo que se ven obligados a atacar el ganado, una presa más fácil que un conejo o ciervo.