En febrero de 2008 se inauguraba en Noruega la Bóveda Global de Semillas de Svalbard. Un búnker excavado en el permafrost nórdico para conservar, en caso de un gran desastre mundial, una reserva de semillas que garantice la restauración de las especies vegetales mermadas o extinguidas allá donde sea necesario, pero… ¿Tiene esto mucho sentido?
Cercano a las montañas de Longyearbyen, en el asentamiento de Spitsbergen, en la mayor isla de archipiélago noruego de Svalbard, encontramos entre el paisaje helado un extraño cubo de hormigón. Tras su puerta, que solo unos pocos están autorizados a traspasar, un largo túnel nos lleva hasta unas enormes cúpulas perforadas en el interior del permafrost, terreno congelado permanentemente y que actúa como un gigantesco congelador natural, para mantener, con una temperatura permanente de unos -18º a las cientos de miles de semillas que se van almacenando allí enviadas desde todos los rincones del mundo.
El lugar, considerado por sus gestores como “el más seguro del mundo”, fue impulsado por el gobierno noruego y gestionado por el Fondo Mundial para Diversidad de Cultivos. En la actualidad, “el Arca de Noé del mundo vegetal”, ya almacena un tercio de las especies vegetales conocidas.
La idea no es nueva, ya que estos depósitos o bancos de semillas se pueden encontrar en varios países con la diferencia de que éstos no tienen la variedad ni la capacidad de almacenaje que posee la Bóveda de Svalbard y tampoco tienen una autonomía de conservación tan elevada. Por otro lado, tampoco estos “búnkers del fin del mundo” se limitan a las especies vegetales. En 2008 también se instauraba en Alemania el “Cryo Brehm”, un banco de células de animales salvajes destinado a conservar la herencia genética zoológica mundial.
Dudas razonables
Recientes estudios apuntan a que actualmente, uno de cada cuatro mamíferos, una de cada ocho aves y más de las dos terceras partes de todas las plantas están amenazados de extinción. En la Cumbre Mundial de Alimentación de la FAO de 2009 se dijo que para alimentar a la población mundial en 2050 se debería de incrementar la producción de alimentos en un 70% y, curiosamente, no se apuntaba hacia la necesidad de que la gente vuelva a los campos y cultive más, sino en reducir los cultivos haciéndolos más eficientes mediante técnicas genéticas.
Personalmente, observo una doble moralidad en una gran parte de la comunidad científica que trata estos temas y la creación de estos depósitos apocalípticos se me antojan con bastante poco sentido.
Allí se guardan las semillas que ellos mismos están haciendo desaparecer de la faz del planeta con la introducción paulatina de cultivos transgénicos que, en un abrir y cerrar de ojos, sustituyen a las plantas que han estado allí evolucionando y adaptándose a las nuevas condiciones por siglos y siglos. Prometen plantas resistentes con las que no habrá parasito que pueda ni sequía que las seque, eso sí, con el único inconveniente que sus semillas serán yermas para el cultivo, asegurándose así de que cosecha tras cosecha, los agricultores tendrán que volver a comprar nuevas semillas… ¿Llenando los bolsillos de quien?
Se atesoran entre los congelados muros de hormigón o en cámaras criogénicas millones de semillas para casos futuros de emergencia, cuando actualmente millones de personas están muriendo de hambre en los países más desfavorecidos. ¿No estamos ya ante una situación de emergencia? ¿O quizás cuando dicen emergencia mundial, se refieren a los países del primer mundo y los problemas del hambre que todos conocemos más que una emergencia sea un problema incómodo?
Acabamos con los hábitats naturales de cientos de especies día a día, cuando curiosamente los estudios dicen que cada vez los terrenos de cultivo son menores. Si alguien encuentra la lógica a esto, que me lo diga. Pero no pasa nada, guardamos sus genes en botecitos para que los que vengan detrás, que sin duda serán más listos y mejores que nosotros, repongan el daño causado.
Ciertamente, todo esto me parece una hipocresía y otra actuación más del circo que tenemos montado entre todos.
A corto plazo, y en posibles desastres a nivel local, como terremotos, inundaciones, etc… estos depósitos son de poca ayuda ya que los recursos perdidos se suelen reponer en pocos años con los propios medios locales o nacionales. A largo plazo, y hablando apocalípticamente de destrucciones de la humanidad masivas e imaginando que un pequeño reducto de supervivientes consiguiera levantar de nuevo una sociedad, es de suponer que pasarían muchas generaciones antes de que eso sucediera y que, de suceder, sería algo inherente a la supervivencia de otros animales y de un buen número de especies vegetales, ya que unos sin otros no pueden existir. De modo que estos almacenes, de los que posiblemente nadie se acordaría ya, tampoco tendrían demasiado sentido.
Imaginen por un momento que alguna civilización pasada, quizás no tan primitiva como las solemos imaginar, hubiese ya pensado en esto y que en algún lugar inconcreto unos arqueólogos encontraran todo un muestrario de animales prehistóricos conservados para nosotros. ¿Qué podríamos hacer con ellos? ¿Se les podría hacer un hueco entre la fauna actual? Pues va a ser que no. Todos sabemos lo que ocurre con tan solo introducir un par de cangrejos no autóctonos en un río. En poco tiempo, el equilibrio se viene abajo y siempre sale perdiendo alguna especie.
Es fácil imaginar que resucitar a un Tigre dientes de Sable o a un Tiranosario Rex no es algo viable, ya que no tienen lugar entre la zoología actual. Lo mismo ocurre con las especies vegetales. Posiblemente, dentro de unos miles de años, ninguna de las semillas que se guardan en estos lugares existan ya en la naturaleza y volver a utilizarlas cause más inconvenientes que beneficios.
pero en fin, todo esto solo son simples conjeturas mías a nivel personal y como gran ignorante que soy en estos temas es más que posible que me equivoque. Si me dieran a elegir, preferiría que se guardase para las civilizaciones futuras una buena librería contando nuestra historia, no sé porqué me da que ofrecer la posibilidad de que no se vuelvan a cometer los mismos errores complacería más a los futuros humanos que un puñado de semillas.